En el verano, con los calores estivales, en días largos y luminosos, me apetece muchísimo más compartir un paseo con mi perro. Y estando en zona costera, qué mejor paseo que por la orilla del mar, donde le veo disfrutar corriendo tras las olas, y donde la arena y el agua pueden relajar sus músculos, y acelerar la recuperación de las lesiones provocadas por el asfalto durante el año, en sus almohadillas y en su espalda.
Pero... ¡no puede ser!. Las ordenanzas municipales nos lo prohíben. ¡Con la ley hemos topado! Bueno, con la ley y con los "cumplidores de la ley" (cuando les conviene)
Las personas son capaces de tolerar ciertas conductas insociables como son tirar latas, colillas, botellas, papel de aluminio, en la arena; orinar o defecar en el mar; poner la radio a todo volúmen; molestar con las "palas"; mirar hacia otro lado cuando un niño tira arena o moja a aguien; "olvidar" ropa interior, compresas, condones... Todo este tipo de comportamientos son aceptados por la mayoría como normales, y el hecho de recriminarlo no es apoyado. A nadie parece molestarle.
En cambio, éstos mismos se vuelven absolutamente acusadores cuando pueden echar mano de la ley o de una ordenanza municipal para abochornar o humillar a otro.
Parece mentira, cómo es el ser humano. Tiene la capacidad de provocar sentimiento de culpabilidad a otros congéneres, simplemente por el mero hecho de no compartir sus aficiones o gustos. Por ejemplo, pasear con un perro por la playa. Un comportamiento totalmente natural que molesta por el mero hecho de no ser compartido por la mayoría.
Supongo que los "miedos" que pueden generar el hecho de que se permita el paseo por la playa de los dueños de perros y de sus perros, son tales como el hecho de poderse encontrar una deposición en la arena o en el agua, o de verse atacado por un perro. Los mismos miedos a los que un viandante tiene que enfrentarse a la hora de pasear por un parque o una calle. Como todo, es lógico -porque estamos en un estado de democracia y vivimos en una sociedad donde la libertad de uno termina donde empieza la del prójimo-, el dueño de un perro sabe que cuáles son sus obligaciones, (aunque comparto la opinión de que no está mal que nos lo recuerden de vez en cuando) para respetar y convivir con armonía con el resto de personas que no los comparten. Pero, por supuesto, no deberían de provocar ni estupor, ni vergüenza, ni siquiera sorpresa.
Estamos a años luz de otros países donde existen dog beach. Playas donde no sólo está permitido, sino que es promovido el paseo y el baño de los perros, y que es aprovechado incluso como reclamo turístico. Porque somos muchos los que tenemos perro y que, cada vez más, exigimos nuestro lugar y el de nuestro amigo.
Pero estoy segura de que algún día será posible aquí también. No pierdo la esperanza. Aunque, lamentablemente, Ado no lo verá. Eso sí, no seré yo quien le prive de correr por una playa y bañarse en el mar al atardecer de un caluroso día de verano. Aunque sea a escondidas, aún a riesgo de tener que pagar una multa de 900€, y teniendo que soportar ser señalado por los demás paseantes sin perro, que reprochan mi decisión, pero que son incapaces de llamar la atención de muchas prácticas que sí son indeseables.
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